viernes, abril 16, 2010

Redes


Don Genaro vivía del mar. No solo porque le daba alimento y el sustento a su familia. Vivía de su aroma, de su movimiento, de la energía que emanaba entre el vaivén de sus olas.

Vivía del mar y por eso cada madrugada partía rumbo a la caleta por su bote y sus dos mejores amigos. Cada uno disfrutaba de la sensación de flotar sobre lo inmenso. Un termo con agua caliente, el mate, las redes y unos cigarrillos. Habían días oscuros en los que el sol desaparecía entre aglomeradas y amenazantes nubes. Otros llenos de sol. Cuando lanzaban sus redes al mar, solían esperar sentados en silencio, sintiendo el frío de la brisa marina acariciando suavemente su enmudecida piel.

¡Que caricias mas sinceras! ¡Cuanto nos ama el mar!.

Y las redes arrebatadas de peces, partiendo a la orilla con el trabajo bien hecho. La esposa esperando en casa con un buen caldillo. Su vino tinto y su hijo menor volviendo de la escuela. Amaba su trabajo, vivía del mar.

Salir cada mañana daba ganas de vivir. El hacerse viejo no era problema. No habia estress, no habian tacos, ni cafes apurados frente a una pantalla de computador. No habian jefes, ni telefonos desesperados por hablar. Era el mar, el y trabajar.

Don Genaro regreso a sus labores, la mañana antes que el mar arrojara su furia. Era una mañana extraña y don Genaro presentia que algo pasaria.

Y esa oscura noche de febrero, la tierra se ensañaba y abatia las olas, haciendolas emerger para caer sobre sus casas, como un castigo, como queriendo dar una leccion. Las familias huyeron a los cerros, amedrentados por la furia del oceano, que rugia como una madre herida.
Al salir los primeros rayos del sol, Don Genaro y sus mejores amigos vieron su bote kilometros mas arriba de la playa, convertido en parte de los escombros que el mar devolvia hacia la tierra. Sintio rabia, pena, mas nunca sintio desesperacion. Asi como el mar da, el mar tambien quita.

Resignado volvio a la playa. Ya no habían botes, ni redes. No estaba el mate, la brisa. Solo encontró desolación.
Pero amaba el mar y vivía de el. ¿Que haría un viejo pescador sin sus redes?

Al volver la calma, la vida le había dado una nueva oportunidad. Vivia del mar. Solo debía volver a empezar.




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